Imaginemos que uno de los cientos de
miles de turistas que llegan anualmente a Sevilla (atraídos por sus
indudables encantos) observa un pueblo asentado en la otra orilla del
Guadalquivir en la que destaca sobre un promontorio una torre
culminada por una enorme imagen de Jesucristo cuyo complejo
monumental está rodeado por una muralla que sospecha (a
ojos de nuestro turista) debe ser muy antigua.
Llamado por la curiosidad y ante lo que
parece una visita interesante a la que añade que, sin lugar a dudas,
desde esa atalaya podrá ver una imagen insuperable de Sevilla y del
valle del río, decide visitar antes de su marcha el lugar
descubierto, que tras personales averiguaciones sabe que se trata del
monumento a los Sagrados Corazones enclavado dentro de una antigua
fortaleza almohade de más de ocho siglos de antigüedad que tiene la
consideración de Bien de Interés Cultural y que el pueblo se llama
San Juan de Aznalfarache.
Después de tener que preguntar a
varios lugareños por el acceso al objetivo de su visita, ante la
falta de señalización indicadora, nuestro turista llega a lo que
sospecha es la entrada al recinto monumental pero sus intenciones se
ven frustadas al comprobar que sólo es posible acceder en los
horarios de misa. Para sacar provecho a su visita resuelve dar un
paseo por las murallas y comprueba que sus expectativas en cuanto al
paisaje y las vistas no le defraudan pero al mirar a las faldas de
la fortificación observa un paisaje que afea y elimina parte del
disfrute contemplativo del panorama y que no entiende como es posible
que el entorno de este valioso patrimonio parezca un vertedero.
Continúa su caminar en torno a la fortaleza y no para de
sorprenderse desagradablemente de que la acumulación de suciedad,
residuos y basura se repite durante el paseo.
En el corto trayecto de vuelta a su
alojamiento en Sevilla nuestro turista ocasional reflexiona sobre la
experiencia que, aunque grata por las belleza de las vistas, no
entiende como se abandona a su suerte un bien de tan alto valor
histórico y pensando si merece la pena recomendar la visita a sus
allegados a un lugar rodeado por un basurero.